Conmemoración a un Presidente Municipal

09.10.2018 14:39

Columna ciudadana de Angel Luna Medina

Presidente Municipal: lo políticamente correcto seria felicitarlo; primeramente, por su triunfo y por el cargo que ha tomado como alcalde de mi ciudad; pero es muy probable que usted cuando baje de ese deslumbramiento de ser un “Alcalde electo” y asuma su roll como la figura unipersonal más importante del ayuntamiento, abra paso a la estupefacción e incertidumbre de su persona ante la sociedad. 

Durante tres años usted será el próximo responsable de la seguridad, los servicios públicos y buena parte de la obra pública del gobierno, desde el primer día que usted tome posesión su trabajo será puesto en tela de juicio, pues la ciudadanía es exigente y los servicios municipales al igual que una maquinaria perfecta no pueden parar su marcha, si usted no fue un candidato precavido y asumió su papel de Alcalde el día uno de su administración, felicidades, prepárese a recibir el primer golpe ciudadano, “Pues uno de los errores primigenios de una mala entrada administrativa es abandonar su campaña de comunicación institucional y ciudadana una vez terminado el tiempo electoral”.

Señor presidente municipal, usted debe recordar cuenta sólo con la confianza de un pequeño fragmento de la sociedad que decidió votar por usted, que además no apoya todos sus planes, e irá retirándole su fe de manera casi inevitable en los meses siguientes. Si suponemos que se trata de una persona sensata, este es el momento en que cae en cuenta de la enorme envergadura del reto, además entre más promesas, propuestas, proyectos, y buenas intenciones haya expresado en campaña, será más difícil mantener la opinión favorable de la gente. La aprobación de una autoridad ejecutiva en el primer año de funciones tiende a bajar casi inequívocamente.
Para complicar aún más el asunto, la cantidad de funciones y demandas de la administración le obligan a delegar las tareas, en manos de funcionarios que deberán actuar con autonomía, sin supervisión, muchas veces sin reunir el perfil necesario en pos de cumplir con los acuerdos políticos y la consolidación de los grupos bajo su liderazgo.

Pocos candidatos piensan antes de las elecciones en lo artificial de la función del Alcalde, visualice que la proporción de funciones bajo su tutela será humanamente inabarcable, imposible de fiscalizar personalmente de manera efectiva. Desde el asiento de la máquina que conducirá, tendrá más puntos ciegos de los que podría imaginar y el camino adelante está nublado entre lo urgente, lo importante y su visión de futuro, Deberá tomar muchas decisiones vitales con la poca información con la que cuenta en el momento, y aunque se supone que comanda, buena parte del tiempo trabajará únicamente con la esperanza de que las cosas se hagan, pues no tendrá tiempo de darle seguimiento a todas estas tareas.

Al llegar a esta responsabilidad debe haber aprendido que lo relevante para su supervivencia no es lo que pasa realmente en la comunidad, lo importante es lo aparente, lo que percibe la opinión pública como “real”. Su guerra no está en el trabajo administrativo, sus armas no son una pila de oficios con una larga línea para suscribir al calce, sus instrumentos en la lucha por la aprobación ciudadana están en la comunicación política, su terreno de batalla son los medios masivos y los canales que construya para llegar a los gobernados. No se trata de la verdad, se trata de la percepción.

En los primeros meses de la nueva administración es clave mostrar un rumbo con acciones claras, un enfoque usual es el de la estrategia de los primeros cien días, una serie de muestras de la labor del munícipe, centrada en una campaña publicitaria y que se remata con un pequeño informe de logros alcanzados. Aunque es una estrategia hasta cierto punto artificial y usualmente de bajo impacto en la realidad local, extiende la longitud de la declinante curva de aprobación del nuevo Alcalde.

Si no configura una estrategia de comunicación social para construir una imagen, o contrarrestar a los medios críticos, hágalo para sostener un mínimo nivel de confianza entre la ciudadanía que posiblemente esta sea su mejor aliado.